En la vida, más tarde o más temprano, todo llega.

    Jorge, tras atar la correa de Tím a la puerta y ordenar con dulzura al perro que la esperase, entró en el hotel Rollins sabiendo que aquel momento había llegado para ella. Preguntó en la recepción por el número de habitación del Sr Lenoir.

    - ¡Jorge! - exclamó el joven con feliz sorpresa al abrir su puerta y encontrarla frente a sí. Con un gesto de su mano la invitó a pasar, diciendo:

    - No debiste molestarte en venir, no pensaba marcharme sin despedirme.

    Jorge, de pie en el centro de la estancia, observó cómo su amigo retomaba la tarea que su visita había interrumpido: descolgaba las prendas del armario, perchas incluidas, y las metía de cualquier modo dentro de la maleta, abierta sobre la cama. El pequeño hotel del pueblo de Kirrin había sido su hogar todos aquellos meses.

    - ¡Qué callada estás! - comentó el joven con un matiz burlón, pero ella continuó silenciosa.

    Evitando su mirada, se acercó hasta el escritorio: allí estaban, desenrollados, todos los planos que habían hecho posible el drenaje del pantano. Jorge tomó uno de ellos y murmuró:

    - Al final te saliste con la tuya.

    - Suelo hacerlo – se ufanó el joven ingeniero y añadió, repentinamente en guardia:

    - No me digas que, después de todo este tiempo, aún sigues molesta conmigo por ese asunto…

    - No, no lo estoy. De veras que no – aclaró Jorge con calma. Levantó por fin la mirada y, como él seguía con el ceño levemente fruncido, añadió:

    - De hecho, te pido perdón por todo el alboroto que armé… Me avergüenzo de ello. Tú tenías razón desde el principio: tu proyecto va a mejorar la vida de muchas personas. Va a ser un gran éxito y te harás un nombre en todo el país, puede que hasta en el extranjero. Yo… me alegro mucho por ti.

    Para horror de Jorge, su voz se había ido quebrando mientras hablaba, sin poder hacer nada por evitarlo.

    “Hollín”, cuyo semblante se había tornado inusitadamente serio, se aproximó a ella y posó una mano en cada uno de sus brazos, preguntándole con tierna gravedad:

    - ¿Qué ocurre, Jorge? ¿Por qué has venido?

    Jorge se mordió el labio inferior, para contener la emoción que amenazaba con ganarle la partida, y musitó:

    - No quiero que te vayas, Pierre – el joven dio un paso atrás de forma automática: nunca antes ella le había llamado por su nombre de pila. Jorge continuó, luchando por mantener la entereza:

    - Ya no soy capaz de imaginarme la vida en Kirrin sin ti, sin tu compañía. Hasta que tú llegaste, no era consciente de lo sola, de lo vacía que me sentía. Y, ahora, la simple idea de que te marches es… - no pudo terminar: agachó la cabeza y se echó a llorar.

    “Hollín” la estrechó con fuerza entre sus brazos y ella escondió la cara en su pecho, sin parar de llorar… Ella, que tanto se enorgullecía de no derramar ni una sola lágrima.

    - Marchate conmigo, Jorge – le susurró de pronto el joven.

    Jorge, tan sorprendida por su entonación, seductora y cariñosa a la vez, que cesó de llorar de golpe; se apartó para contemplarle y preguntó:

    - ¿Adónde?

    - Adonde sea – replicó él con pasión. Entonces, inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado y acercó su rostro al de Jorge, con la innegable intención de besarla: ella cerró los ojos, para recibir su beso…

    - No irás a pegarme otro puñetazo, ¿verdad?




    Jorge, exudando felicidad por todos los poros de su piel, prácticamente hizo el camino de regreso corriendo, tal era la cantidad de energía que necesitaba liberar: el viejo Tím le seguía el ritmo a duras penas.

    Pero “Hollín”, yo sería una esposa terrible; había admitido ella con desaliento.

    ¡Y yo no quiero una esposa, sino a ti! Lo que tú puedes ofrecerme, Jorge, es justamente lo que yo más deseo: una compañera de aventuras.

    Atravesó el umbral de “Villa Kirrin” riendo suavemente para sí misma, de pura dicha…

    - ¡Esto no puede continuar así, Quintín! ¡Vas a matarme de preocupación!

    Jorge pudo oír desde el vestíbulo, con total claridad, las palabras de su madre: había una mezcla de exaltación y súplica en ellas. La risa se congeló en su labios.

    Tía Fanny, visiblemente indignada, salió del despacho del tío Quintín. Sin embargo, nada más cerrar la puerta, se desinfló como un globo… convirtiéndose en la viva imagen del abatimiento.

 Sin reparar en la presencia de su hija, subió las escaleras con la lentitud de una anciana.

    Jorge, su dicha explotando como una pompa de jabón, dejó a Tím descansando en su cesto de la cocina y subió tras ella.




    Aquella misma tarde volvió al hotel Rollins.

    El equipaje de “Hollín”, ya preparado, aparecía apartado en una esquina. Ambos se sentaron sobre la cama y Jorge, en voz muy baja, habló mientras él la escuchaba con atención, sin interrumpirla ni una sola vez; únicamente apretando con cariño su mano, para animarla a continuar, cuando ella se sentía flaquear.

    - Lo entiendo, Jorge. La familia es lo primero – dijo finalmente el joven. Aunque era sincero, hablaba con pesadumbre. En las pocas horas que habían transcurrido desde que se habían separado, él también había construido sus propios castillos en el aire, fantaseando con una larga y feliz vida juntos -. Es evidente que tus padres te necesitan.

    Jorge apoyó la cabeza sobre su hombro, empapándole la camisa con sus lágrimas pero sin emitir sonido alguno; y él apoyó la suya propia sobre la de ella. Permanecieron un rato así, cogidos de la mano.

    Finalmente “Hollín”, con un tono de voz en el que se intuía una sonrisa, manifestó:

    - En el fondo sabía que nunca abandonarías Kirrin.

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