- ¡Madre, ya estamos aquí! –gritó Jorge desde el camino, al tiempo que sus tres primos y Tím bajaban de la tartana.

    “Villa Kirrin” presentaba el mismo aspecto de siempre. Era una preciosa y antigua casa de campo, cuya fachada blanca estaba cubierta, en su mayor parte, por una abundante hiedra que crecía desde el suelo hasta el tejado. Rosas rojas crecían a su vez en ella, y se balanceaban suavemente contra las ventanas. La madre de Jorge -tía Fanny para Julián, Dick y Ana- apareció en el umbral, acudiendo a su llamada.

    - ¡Ya estáis aquí otra vez! –exclamó sonriéndoles.

    Al llegar a la puerta, los dos chicos la abrazaron con cariño.

    - ¡Dios mío, Dick, cuánto has crecido! Casi no te reconozco  -comentó asombrada.

    Dick sonrió, halagado, y dijo:

    - Tú en cambio estás tan guapa como siempre, tía Fanny.

    Su tía se rió, meneando la cabeza con modestia.

    - ¿Tenéis hambre? Juana os está preparando una buena cena de bienvenida, que pronto estará lista –a Dick le brillaron los ojos. Su formidable apetito no había disminuido con los años- Podéis subir a vuestra habitación, deshacer el equipaje y lavaros, mientras tanto.

    - ¿Dónde está tío Quintín? –preguntó Julián.

    - ¡Oh, ya os lo podéis imaginar! Lleva todo el día encerrado en su despacho, trabajando en un nuevo e importante proyecto. Pero le veréis en la cena.

    Los cuatro jóvenes, junto con Tím, subieron al piso superior. Julián y Dick entraron en su habitación, que les había sido asignada su primer verano en Kirrin. Desde ella se divisaba un magnífico panorama de toda la Bahía. Julián se acercó a la ventana y desde allí pudo contemplar el sol en su descenso, tiñendo el cielo de rojo y arrancando destellos de luz al mar. Era un hermoso espectáculo.

    En la habitación contigua, Jorge y Ana se lavaban las manos para la cena. Ellas también habían ocupado la misma durante años. No era tan grande como la anterior, y daba a la parte posterior de la casa y al pantano más allá. Sin embargo, tenía una pequeña ventana lateral desde donde se veía el mar.

    Tras deshacer con descuido su maleta, Dick se lavó también y gritó:

    - ¡Niñas, daos prisa, me muero de hambre!

    Jorge soltó un bufido y gritó a su vez, con sarcasmo:

    - ¡Menuda sorpresa! ¡Y no me llames “niña”!

    - Bajad la voz, vosotros dos –les riñó Julián- ¿Queréis que tío Quintín monté en cólera a los diez minutos de nuestra llegada?

    Bajaron al comedor y, como por arte de magia, una maravillosa cena aparecía sobre la mesa.

    - ¡Oooh, se me hace la boca agua! –gimoteó Dick- Ternera Wellington, puré de patatas, guisantes y zanahorias, lechuga fresca y tomates –enumeró-  Y de postre requesón y…  ¿qué es esto? ¡Tarta de melaza! –exclamó, extasiado ante semejante descubrimiento.

    - No se atreva a poner ni un dedo en esa tarta, señorito Dick –dijo Juana sonriendo, pero con firmeza. Entraba en ese preciso instante con una enorme jarra de limonada recién hecha- No hasta que hayan llegado al postre.

    - ¡Juana! Me ofende esa  acusación, con lo que yo la quiero a usted  –fingió Dick sentirse dolido- No me atrevería jamás a desobedecerla ¡le tengo demasiado miedo a su rodillo de amasar!

    Juana, la leal y regordeta cocinera de “Villla Kirrin”, se echó a reír. Dick le caía especialmente en gracia.

    - ¿Cómo está, Juana? –preguntó Julián cortésmente- Me alegra mucho volver a verla.

    - El gusto es mío, señorito Julián –replicó Joanna con calor, sonriendo al joven y asintiendo con la cabeza.

    - Yo también estoy encantado de volver a verla, Juana –afirmó Dick- ¡No tiene ni idea de cuánto la echo de menos en el colegio! ¿Ya le han concedido la Enmienda al Mejor Cocinero del Imperio Británico, la EMCIB? ¿No? ¡Mira que llevo años haciéndole campaña, Juana! ¿Dónde hay que firmar?

    - Pare ya con sus tonterías, señorito Dick, me saca los colores –rió Juana. Ordenó: -Ahora cene y no hable más.

    Todos ellos, no solo Dick, obedecieron de inmediato a la cocinera.

    Justo en ese momento, tío Quintín hizo su aparición, si bien no por propia voluntad: su esposa le tenía cogido del brazo y le conducía hasta la mesa, mientras él protestaba enérgicamente:

    - ¡Basta ya, Fanny! No hace falta que tires de mí de esa forma, como si fuera un crío de leche. Ya te he dicho que me has sacado del despacho en el peor momento posible, cuando había conseguido, por fin, cuadrar el elemento que no encajaba en  la ecuación…

    Pareció genuinamente sorprendido de verles a todos allí sentados.

    - ¡Julián, Dick, qué sorpresa! Vuestra tía ha olvidado avisarme de que veníais…

    - No he sido yo quien lo ha olvidado, Quintín –negó con dulzura su mujer- Te lo recordé esta misma mañana. Y también ayer, y anteayer.

    - Bueno, Fanny, supongo que comprenderás que tengo demasiadas cosas en la cabeza, como para también tener que recordar… -empezó a replicar con enfado tío Quintín.

    - De acuerdo, querido –le interrumpió tía Fanny con suavidad. Sabía perfectamente cómo tratar a su difícil marido- Ahora cena, y podrás volver a tu trabajo en cuanto hayas terminado.

    Julián y Dick se miraron entre sí, burlones. Jorge hizo una mueca ante las palabras de su madre y Ana dejó escapar una risita. Tím no se encontraba presente, pues a la llamada de Juana había corrido raudo a la cocina, en pos de su propia y perruna cena.

    Con prontitud, todos engulleron la deliciosa cena y probaron la esperada tarta de melaza, de la que apenas quedaron las migas. Tras esto, con el estómago lleno y somnolientos, pero muy satisfechos, subieron a acostarse. Mientras, su tío volvía a encerrarse en su despacho, sin perder un instante.

    A la mañana siguiente, despertaron con el estimulante olor del desayuno subiendo por las escaleras.

    - Dick, ¡despierta! – zarandeó Julián a su hermano. Dick, que después de comer, dormir era su segundo mayor placer en la vida, gruñó y dio media vuelta en su cama, escondiendo la cabeza bajo la almohada- Desde aquí puedo oler café, tostadas…y salchichas.

    Al oír la palabra mágica, “salchichas”, Dick sacó la cabeza de su escondite en el acto, con el cabello oscuro completamente revuelto, como una aureola. En cinco minutos, los dos chicos estaban vestidos y presentes en la cocina. Jorge y Ana, más madrugadoras, habían comenzado a dar buena cuenta de su desayuno.

    - Se os han pegado las sábanas ¿eh? –comentó Jorge, burlona- Servíos, hemos sido buenas y hemos dejado algo para vosotros…

    Dick le dedicó una mueca y pegó un gran mordisco a una tostada, mientras Julián se servía una taza bien cargada de café. Además de las salchichas, con su piel reventada y cuyo olor quitaba el hipo, Joanna había hecho huevos revueltos y un generoso plato de gachas.

    Se encontraban disfrutando de aquel festín, cuando, de repente, Juana ahogó un grito, se llevó la mano al pecho y pareció a punto de desvanecerse. Julián corrió veloz a su lado, mientras los otros quedaban paralizados del susto, y la cogió entre sus brazos antes de que la mujer cayera al suelo.

    - Dios mío, ¡ha perdido el sentido! –exclamó Julián.

   Jorge se levantó entonces de un salto y salió de la cocina, chillando:

    - ¡Madre, Padre! ¡Avisad al médico, Juana ha caído en la cocina! ¡MADRE!

    Una hora después, Juana había recobrado el conocimiento y se tomaba con manos temblorosas una reconfortante taza de té. El doctor Warren había acudido de inmediato a la llamada, y acababa de finalizar su examen médico.

    - Un pequeño colapso, por agotamiento –dictaminó- Tiene que descansar. No es ya tan joven como antes, Juana –le dijo con dulzura, posando su mano en el hombro de la cocinera.

    - Descansará, doctor, no se preocupe. Se tomará unas vacaciones de inmediato –aseguró tía Fanny, que se sentía muy afectada. Después de tantos años trabajando en su casa, apreciaba mucho a Juana.

    - ¡No puedo hacer eso, señora! –protestó Juana- ¿Quién va a ayudarla con la casa? Es mucho trabajo para usted sola…

    - Jorge y Ana me ayudarán –la interrumpió tía Fanny- y los chicos también tendrán que poner de su parte. Mientras tanto, usted se tomará unas muy merecidas vacaciones. Y después ya se verá –concluyó, no queriendo afligir aún más a la cocinera.

    Los cuatro jóvenes se miraron entre ellos, tristes. Incluso Tím parecía abatido. Todos querían a la buena de Juana, con su carácter bondadoso pero firme. Tía Fanny probablemente encontraría otra persona, igual de diligente y buena cocinera, pero a buen seguro la echarían en falta. Habían sido muchas vacaciones, e incluso alguna aventura, en las que Juana había estado presente.

    - Vámonos, quitémonos de en medio de momento, para que tía Fanny descanse –les susurró Julián- Haremos unos bocadillos y pasaremos el día en la playa.

    Así se lo hicieron saber a su tía, que se mostró complacida. Prepararon una cesta llena hasta arriba de sándwiches, varias botellas de cerveza de jengibre y una tarta de ruibarbo, que había permanecido oculta a sus ojos en la despensa.

    - Adiós, Juana, mejórese. Volveremos para tomar el té, tía Fanny –dijo Julián antes de partir.

    Caminaron hasta la playa por el agradable camino que bordeaba la costa, y bajaron con cuidado la empinada pendiente hasta la arena.

    - Casi se me para el corazón cuando Juana lanzó ese grito y se agarró el pecho –comentó Dick una vez se hubieron instalado- Debería plantearme otra profesión, distinta de la Medicina, si entro en pánico de esa manera…

    - ¿Tienes pensado estudiar Medicina? –preguntó Ana con curiosidad.

    - Sí… O al menos así era, hasta esta mañana.

    - Puedo imaginarte de médico perfectamente –comentó Ana- Con una bata blanca y un fonendoscopio al cuello, bromeando con tus pacientes… ¡y trayendo locas a todas tus enfermeras! –concluyó con una picardía inusual en ella.

    Julián y Jorge rieron abiertamente, mientras Dick le tiraba una palada de arena por encima a su hermana. Tím ladró con alegría, como si hubiera entendido la broma.

    El sol brillaba con fuerza y pronto tuvieron que meterse en el agua, que estaba deliciosamente fría. Nadar les abrió el apetito, y no mucho más tarde daban buena cuenta de los sándwiches de pollo y la tarta. El atracón les dio sueño, e hicieron una siesta tumbados al sol.

    Ana fue la primera en despertar, al notar un intenso picor en la nariz.

    - ¡Ooh! –exclamó consternada, al tiempo que los otros se desperezaban- ¡Me he quemado la nariz! Y me saldrán además docenas de pecas…

    - ¡Menudo problema el tuyo! –replicó Jorge con desdén, cuyo propio rostro aparecía repleto de ellas.  

    - ¡Uf! Yo también me he quemado –dijo Dick, contemplándose los brazos y el torso, y tocándose la cara que, igual que a Ana, le escocía- Mañana pareceré un cangrejo.

    - Hemos sido unos inconscientes, poniéndonos al sol a pleno mediodía –asintió Julián con pesar- En fin, ya no tiene remedio… Pero pasaremos mala noche, eso seguro.

    Regresaron como habían prometido a “Villa Kirrin”, para el té. Su tía lo había preparado en el jardín y llenaba ya las tazas con la tetera hirviendo.

    - Sentaos, puede que haya encontrado quien supla a Juana  –les anunció- Pero, primero, necesito conocer vuestra opinión. En particular la tuya, Julián.

    Los cuatro se miraron entre sí, muy intrigados. ¿Podían conocer ellos acaso a la nueva cocinera?

    - Juana me ha hablado de su prima, la señora Lawrence –empezó tía Fanny- Vive relativamente cerca de Kirrin, en Greyton. Adoptó hace años una muchacha con la que vosotros tenéis cierta amistad…

    - ¿Te refieres a Jo? –interrumpió Dick, comprendiendo. Una luz se encendió en la mente de los demás, en cuanto hubo pronunciado aquellas palabras.

    Tía Fanny asintió y prosiguió:

    - Ese es su nombre, sí. Juana me ha explicado que tiene quince años y que acaba de dejar la escuela… Su prima desea, por tanto, que empiece a trabajar lo antes posible y, entre otras opciones, barajaba servir en alguna casa. Puede ser, pues, una buena solución emplearla en “Villa Kirrin” hasta el regreso de Juana.

    - ¿Quéee? –saltó Jorge de inmediato, alarmada. Apreciaba y admiraba a Jo… pero en la distancia. Vivir bajo el mismo techo que ella, y trabajando para su propia madre, era más de lo que podía soportar.

    - ¿Tener a Jo aquí, trabajando en la casa? Es difícil de imaginar –sonrió Dick por su parte, que sin embargo no parecía nada disgustado, más bien al contrario. Siempre había sentido debilidad por Jo, y el sentimiento era mutuo.

    - ¿Emplear a Jo? No sé si es muy buena idea, tía Fanny… -empezó Julián, que tenía sus serias dudas al respecto.

    - ¿Lo crees de veras, Julián? –preguntó su tía. Confiaba plenamente en el buen juicio de su sobrino mayor, y estaba dispuesta tanto a acceder a la idea de Juana, como a no, dependiendo de la opinión última de Julián.

    Julián reflexionó un instante y finalmente dijo:

    - Permíteme darle una pensada, tía Fanny, y te responderé esta noche a lo más tardar.

    - De acuerdo –aceptó su tía.

    Continuaron con el té sin volver a mencionar a Jo, pero en cuanto hubieron terminado, los cuatro, con Tím pisándoles los talones, pasearon por el jardín hasta la valla. Allí Jorge expuso bien clara su opinión:

    - ¡Me niego a tener a Jo aquí! ¡Sencillamente, me niego!

    - Vamos, Jorge, no seas egoísta –la amonestó Dick- Tu madre necesita ayuda con la casa y Jo es de confianza. Por otra parte, Jo accederá encantada a trabajar para tía Fanny, sabiendo que nos tendrá cerca.

    - Estará encantada de tenerte cerca a ti, querrás decir –apostilló Jorge, con malos humos.

    - Basta –ordenó Julián viendo que Dick se disponía a contraatacar- Está claro que emplear a Jo puede ser motivo de conflicto, como me estáis demostrando ahora mismo. Hay muchas otras personas a las que ofrecer ese trabajo, y que no nos resultara violento que limpie nuestra habitación o haga nuestra comida.

    Ana, que había permanecido callada hasta entonces, habló:

    -Lo siento, Julián, pero yo no estoy de acuerdo –dijo para asombro de todos los presentes- Creo que sería muy caritativo por nuestra parte ofrecer a Jo esta oportunidad, en una casa donde es querida y se confía en ella. Y donde podrá aprender a ganarse la vida. Es cierto que puede ser muy raro ver a Jo sirviéndonos la cena… Pero es un trabajo digno y nos comportaremos al respecto como tal.

    Todos quedaron mudos ante semejante discurso. Tím, de pronto, rompió a ladrar, como si estuviera de acuerdo con Ana, y los cuatro rieron inevitablemente. El buen perro consiguió así relajar la tensión.

    - Sabias y generosas palabras –la alabó Julián con calor, rodeándole los hombros con su brazo- Creo que Ana tiene razón, y que si dejamos de lado nuestras diferencias –miró a Jorge, que frunció el ceño en respuesta- o favoritismos –enarcó las cejas en dirección a Dick- puede salir algo muy bueno de todo esto. ¿Estáis de acuerdo?

    - Sí –contestó Dick con sencillez.

    - Está bien –dijo Jorge, a regañadientes.

    - Lo estoy –confirmó Ana sonriendo a Julián.

    Tím soltó otro ladrido, participando así en la votación. Volvieron todos a reír.

    - Perfecto, os felicito por vuestra madurez –bromeó Julián- Voy a hablar ahora mismo con la tía Fanny.

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